13.1.07

No lo intente en su casa.

Pepe, puntual y según lo pactado, sale de casa a las ocho. Desde que llegó del trabajo ha tenido tiempo de arreglarse y de beberse una cerveza.

Camino del coche se pone a prueba: ¿llaves del coche? Sí. ¿Bolsa con los regalos? Sí. Marta, su esposa, preguntaría, ¿la cabeza?, sí, contestaría él poniendo morros, y es que Pepe es un despistado y todos lo saben. A veces cree que si dejaran de recordárselo tan a menudo dejaría de serlo.

¿Y dónde cojones aparqué?, piensa esbozando una sonrisa y recordando que fue en la esquina del videoclub. Pensó en alquilar una película, pero recordó que tenían invitados, una compañera de Marta y su novio. Mañana, pensó, pero mañana es hoy y hoy toca el cumpleaños de Javi, su cuñado, así que ahora mismo no sabe cuándo podrá alquilar ninguna de las películas que ve anunciadas. Cualquiera de ellas sería mejor que lo de anoche, y lo de hoy apunta a peor: al menos en su casa pudo beber hasta que le apeteció. Se mete en el coche, colocando la bolsa con los regalos en el asiento de al lado.

Se incorpora al tráfico y enciende la radio: suena un compacto de Marta, uno de esos grupos sensiblones y de moda, pero las canciones tienen ritmo y no le importa dejar que suene un rato. Piensa en buscar uno de los suyos entre los de ella, pero reconoce que la cosa no merece tanto esfuerzo: al dichoso grupo le falta algo, sí, pero tampoco suena tan mal.

Se detiene en un semáforo y piensa en la cena que viene: besos por aquí, sonrisas por allá, cuatro preguntas formales. Política, el tiempo, fútbol, anécdotas del trabajo y de la vida, algún consejo inútil y nada de alcohol desde que el padre tuvo aquello. La familia de Marta nunca ha sido de beber, eso es verdad, pero antes sacaban un vino, o tenían cervezas, champán, incluso con un poco de suerte te ofrecían una copa con el café. Eso lo hacía más soportable.

Y no es que le pase nada con ellos, al revés: sabe que le aprecian, y que le consideran uno de los suyos, de los de casa. Le pasa lo mismo con su propia familia: se aburre. Siempre cree que tiene cosas mejores que hacer, pero siempre acaba haciendo lo que esperan que haga. ¿Por qué no le he dicho a Marta que no me apetecía ir? ¿Que prefería quedarme en casa viendo una peli, y que la iba a recoger en coche?

Bueno, ya es tarde para eso: ahora cuentan conmigo, piensa.

Se acerca a un cruce, y pone el intermitente de la derecha: es la calle de Javi. Sabe que es ahora o nunca. A tomar por culo, piensa poniendo su emisora favorita. Gira hacia la izquierda, y acelera.

Tararea mientras sigue adelante, asombrado de sí mismo, preguntándose cuándo va a cambiar de opinión, cuándo va a recuperar la cordura y dar media vuelta.

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