22.10.08

Sonríe, estás en escena.

La sala está decorada con un par de cuadros modernos. Estamos en un noveno, es mediodía y las amplias ventanas dejan ver buena parte de la ciudad: edificio, edificio, edificio, pero con encanto. Hace un día espléndido. Supongo que con esto y con los trayectos en taxi puedo darme por satisfecho, nuestro vuelo sale en tres horas.

"Es el mejor", oigo murmurar a Julio.

Se refiere a Paco, que le está cantando las cuarenta al jefe de informáticos de una empresa subcontratada porque las mejoras del software previstas para hoy no van a estar para hoy. La reunión ha llegado a ese punto en el que ha quedado claro que las cosas no han ido como se esperaba, y alguien tiene que cargar con la culpa. Paco disfruta estos momentos, son parte de su trabajo: es jefe. Más jefe que el jefe de informáticos. Y una buena parte de su trabajo es demostrar quién manda, y manda él. Así que está realmente en su salsa cuando grita:

- ¿Y qué fue lo que no entendió tu empresa cuando dijimos que el día cuatro tenían que estar programadas y en condiciones de funcionar?

O cuando grita:

- ¿Es que no hacéis una previsión de trabajo? ¿Te suena la palabra "ca-len-da-rio"?

Como se ve, Paco puede ser cruel. También puede rozar lo políticamente incorrecto, como demuestra con un:

- No, espera, te has acogido al plan "Ayuda a un minusválido" y ahora tienes a un montón de retrasados trabajando en nuestro proyecto.

Yo lo siento por el jefe de informáticos porque no tiene la culpa de nada, ¿qué puede hacer él si sus informáticos no trabajan?, pero es menos jefe y ahora toca recibir. A veces pasa.

Paco culmina su actuación con un memorable:

- Este será el último proyecto en el que contemos con vuestros servicios.

"Touché", murmura Julio. Paco se sienta y pone su cara de serio. Es un tío feo, y su cara de serio dice: muerdo. Acabas acostumbrándote, pero la primera vez que lo ves impresiona.

El jefe de informáticos no levanta la vista de la punta de su bolígrafo, que descansa en la mesa. Los tres trabajadores que le acompañan escriben, no sé muy bien el qué, pero escriben sin parar. Y Julio y yo, bueno, estamos del lado de Paco, del de los vencedores, así que solo tenemos que esperar. Hace un día espléndido, la pelota está en su tejado y la sala está en silencio: ¿qué más se puede pedir?

8.5.08

Supernova, o cómo tejer sin morir de sueño.

- …y dos semanas más tarde la tenía en casa, ¿qué te parece?

Víctor, el que habla, está contándome cómo compró una réplica del Noctámbulos para la pared izquierda del salón de su casa. Es su forma de darme a entender que es un tío culto, elegante y con pasta. No sé si lo dice para impresionarme, pero me da igual, que me impresione si quiere, y sonrío mientras digo:

- Genial, qué gran idea, un Hopper para el salón. Seguro que tus hijos lo agradecen.

Y doy una calada, dándole pie a que siga hablando.

- Claro, en casa nos gusta mucho el arte, también tenemos…

Sorbo mi cerveza, y resulta estar bastante buena. Entonces entro en uno de esos momentos en los que todo parece estar en su sitio, en los que te sientes bien contigo mismo, y me concentro en mi fría cerveza, en el cielo azul y en el sol y en unas golondrinas que eligen ese momento de la tarde para cantar, mi vida es como un anuncio, y me siento tan bien que digo, sin llegar a interrumpir a Víctor, que ahora habla de Warhol:

- Joder, qué bien sienta la cerveza.

Supongo que es la frase apropiada.

Ahora finjo poner mucho interés en sus palabras, para compensar. Me pregunto si Víctor y yo estamos en ese momento de confianza en el que se pueden decir cosas del tipo "¡tío, ahora mismo me tomaría un helado y pasearía junto al mar!" sin que te miren raro, y supongo que no: nos conocimos ayer en la inauguración, y ha resultado que nos toca en el mismo grupo y que compartimos hotel. Supongo que ha sido un claro ejemplo de más vale malo conocido que bueno por conocer, estos cursos de formación son más llevaderos si estás con alguien. El caso es que ahora mismo estoy contento de estar aquí y ahora, y vuelvo a concentrarme en Víctor, que dice:

- …como esta mañana, cuando nos han echado el rollo histórico de cada año. ¡Creo que me lo sé de memoria!

Reímos juntos, estrechando lazos. Empieza a caerme bien, ríe con franqueza y yo me relajo del todo. Igual nos divertimos, pienso. Luego nos quedamos en silencio, sonriendo, en actitud de estar cada uno pensando en sus cosas, pero lo estamos pasando bien juntos y eso es importante.

Busco al camarero con la mirada y digo:

- ¿Te apetece otra cerveza?

- X -

Llevamos dos cada uno y hemos pedido la tercera, que llega en estos momentos. Gracias, decimos, y damos un primer sorbo. Él dice, pues fue un golazo, y mi hijo y yo estábamos allí, celebrándolo, y menuda emoción, a lo que yo contesto, ¿golazo?, pero si el portero estaba vendido, él da un sorbo a su cerveza y contesta, mi hijo estaba contentísimo, lo celebraba por todo lo alto, gritaba ¡gol!, ¡gol!, ¡gol!, y yo me imagino a Víctor mirando a su hijo, satisfecho de sí mismo, olvidándose del resultado del partido y mirando a su hijo, guardando el momento en el cajón de los recuerdos para recordarlo aquí y ahora, y digo, tío, eso se merece otra cerveza, él asiente sonriendo y damos dos largos sorbos, sin llegar a acabarlas, brindando al aire, disfrutando el momento.

- X -

Las cosas siguen un patrón común, digo, es como la espuma de esta cerveza, fíjate, y acerco la copa. Miramos dentro y vemos grumos de espuma flotando, alejándose y acercándose unos a otros, ¿no es como las galaxias?, digo, ¿no te parece cuando menos sospechoso que la espuma de la cerveza o la del café se organice exactamente igual que las estrellas y las galaxias? Mira, digo, hay un video por Internet en el que se ve cómo un grupo de nubes se comporta igual que el agua del mar, ¿no es eso otro jodido patrón común? ¿Ves la simplicidad de la historia?, digo, y Víctor se ríe diciendo, lo que más me asusta es que parece haber algo de jodida verdad en lo que dices, sigue riendo y yo me río también, al principio para no ser descortés y luego por el placer de reír.

- X -

Las cosas se ponen serias, supongo que los temas se acaban y se reducen a lo que nos ha traído aquí, por eso Víctor dice ahora:

- El año que viene nos van a exigir el máximo, los objetivos serán inalcanzables, y utilizarán los malos resultados para la restructuración de plantilla. ¿Cómo vais en tu departamento?

Pues vamos bien, en mi departamento vamos bien, somos gente maja que hace su trabajo, pienso, pero ahora no estamos en plan amigotes y tengo que decir:

- Como en todas partes, supongo, hasta arriba de trabajo y con prisas. Si me preguntas no entiendo estos viajes, los de arriba siempre están con que cumplamos los plazos escrupulosamente y todo eso.

- Bueno, amigo, ¡es que hay que cumplirlos! –contesta sonriendo el Víctor profesional, el Víctor Empleado del Mes. Odio cuado la gente hace eso.

- Sí, amigo, sí, hay que cumplirlos, pero si nos llevan tres días de hotel que esperen más retrasos. No sé si se han dado cuenta de que mientras estamos de hotel no va nadie a la oficina.

Víctor sonríe, y dice que nuestro trabajo también es conocer la empresa, y eso quiere decir conocer a sus empleados, y que esos somos nosotros.

Y mierda del estilo. Bla, bla, bla.

-X-


- Tengo dos hijos, de cuatro y de dos, y no sé lo que es dormir en condiciones desde hace ya ni me acuerdo cuanto tiempo. Lo he pasado muy bien, pero la idea de la cama empieza a ser interesante. Mañana tenemos el desayuno a las diez, ¿nos vemos allí? –dice Víctor.

Lo cierto es que debe ser tarde, quedamos pocos en el bar. Víctor recoge su cartera y se levanta, hace un gesto con la mano y dice:

- Mañana seguimos.

¡Claro!, contesto, y añado:

- Mañana seguimos.

Y señalo mi cerveza, dando a entender que en cuanto la termine subo a dormir. Víctor asiente con cara de estar cansado y se da media vuelta, camino del ascensor. Cojo mi cerveza y le veo pulsar el botón, doy un sorbo y miro en dirección contraria. Doy otro sorbo, la termino.

- X -

Más tarde las luces de la sala están apagadas. Los tres clientes que quedamos nos apoyamos en la barra, que permanece iluminada. El camarero limpia los cacharros y un señor con el codo apoyado a mi derecha dice:

- ¿Qué sentido tiene?

No sé si espera una respuesta, pero no puedo dejar de preguntarme a qué cojones se refiere: ¿qué sentido tiene el qué? No se puede lanzar una pregunta así de vaga y esperar una respuesta. Mirando al camarero, digo:

- Amigo, sírveme la última –y empujo el vaso hacia delante, un ligero toque que significa: llénalo, y que lo hacen multitud de actores. Lo cierto es que estoy cansado y a lo mejor esta última cerveza es un error, debería acostarme ya. El camarero, eficiente, la coloca delante de mí, y decido pensar en el siguiente movimiento mientras la bebo.

Entonces aparece Víctor, que de momento no me ve porque se sienta dándome la espalda, y llega acompañado de una mujer. Tontean descaradamente, piden dos vodkas, se besan. El propietario del codo apoyado a mi derecha dice:

- Menuda mierda.

Vuelvo a no saber a qué se refiere y, joder, no quiero dar conversación a un borracho triste, así que paso de él.

Miro fijamente mi cerveza, la espuma de mi cerveza y sus grumos. Doy un sorbo. Termino mi cerveza pensando en eso, en los grumos que se acercan y se alejan, que se acercan y se alejan, como las galaxias y las estrellas. En la simplicidad de las cosas. En el jodido patrón común.

19.6.07

Walk down the line

Primer plano I



- Si volvieras a ser un niño de seis o siete años, ¿qué le pedirías a Papá Noel?


- Esa pregunta tiene trampa, porque no puedes pedirme que piense como cuando tenía seis o siete años. Es imposible, al menos para mí.


- Yo pediría un disfraz de Superman. Tengo que confesarlo: siempre he querido uno y nunca pensé en pedírlo. Siempre había cosas mejores, y al final me quedé sin. Es algo de lo que me he dado cuenta al haberme hecho mayor.


- No, no, no. Te equivocas, Marcos: es un sentimiento que has ido creando. Si lo hubieras querido entonces, lo habrías pedido. Cuando crees en esas cosas pides todo lo que te apetece.


- Amigo, es algo que sé. Ha ido emergiendo. Siempre ha estado ahí, y es ahora cuando lo digo en voz alta: quiero un disfraz de Superman.


--- X ---


I



Deshaz las cosas, dice mamá, y no sé qué quiere decir porque es algo que nunca me ha pedido. ¿Las cosas se pueden deshacer? ¿Cómo? Se da cuenta de que no la entiendo y añade:


- Que pongas lo que hay en tus cajas donde estaba antes.


¡Bien! Eso es divertido. ¿Me acordaré de dónde estaba todo? Superman en el primer estante, eso seguro, a la izquierda. Y en la cama: Max el Oso, claro. ¿Querrá mamá que también ponga la ropa? Yo nunca tengo que poner la ropa, pero ha dicho lo que hay en las cajas. ¿Dónde van los calzoncillos, en el primer o en el segundo cajón? Bueno, mamá seguro que lo sabe.


--- X ---


Primer plano II

- Sí, mamá, lo hemos arreglado. Volvemos al piso.

- Hija, ésa es vuestra decisión. Vosotros sabéis lo que es mejor.

- Hemos recuperado lo que habíamos perdido, la chispa. Nos ha venido bien alejarnos. Ahora valoramos lo que es estar juntos, y él se ha dado cuenta de lo que echa de menos a Marcos. Y, lo más importante: nos queremos.

- Hija mía, yo todo lo que quiero es que seas feliz.

--- X ---


II



Qué chulo es Superman, con ese rizo y esos brazos. Dani dice que He-man los tiene más grandes, y es verdad, pero Superman es de un planeta donde da igual lo grandes que tienes los brazos porque allí son todos muy fuertes. Los más fuertes. Además, Superman vuela y tiene rayos equis y más poderes que He-man. Gana seguro.


Voy a buscar a mamá para que me diga qué pasa con la ropa, pero mamá no está en el salón. Me doy cuenta de que el salón está casi como estaba: papá solo ha quitado unos cuadros de la pared. Es mucho más bonito que el de la abuela, que es como oscuro y con las cosas más viejas.


- ¡Mamá! -grito.


Mamá no viene, así que voy a buscarla. Debe ser que está haciendo pis. Mientras me acerco al baño me parece oír algo en la cocina.


- ¡Mamá! -vuelvo a gritar.


Y de allí sale ella, dicendo:


- ¿Pasa algo Marcos?


- Nada mamá, casi he terminado. Solo me queda una caja de juguetes y las de la ropa, pero yo no sé donde va toda la ropa.


Por detrás de mamá aparece papá con la cara feliz, sin la camisa, y dice:


- Marquitos, qué ganas tenía de verte por aquí otra vez.


- Pon las cosas donde tú quieras Marcos, luego voy a ver cómo lo has hecho -dice mamá-. Ahora papá y yo estamos hablando de cosas de mayores.


- ¿Puedo poner las cosas donde yo quiera? ¡Pero si antes has dicho que las pusiera como estaban antes!


- Intenta que se parezca, Marcos. Ahora déjanos a papá y a mí hablar en paz.


- ¡Pero al menos dime donde van las cosas de la ropa, mamá!


- Donde tú quieras.


Mamá cierra la puerta de la cocina.


- ¡Pero dímelo! -grito a la desesperada.


¡Menuda rabia! Yo quiero jugar con Superman, no tener que pensar dónde estaba la ropa. ¡Es que no me acuerdo! La pienso poner donde a mí me apetezca.


---X---


Primer plano III



- Mira, ése no es mi problema. Yo nunca dije que fuera a dejar a Toni. Me pides demasiado.


- Pero, ¿y las cosas que dijiste? ¿Y los planes de futuro, los viajes?


- Lo pasamos muy bien juntos, sí, pero yo quiero a Toni.


- ¿Cómo puedes querer a alguien y estar con otra persona? Vamos, Raquel, es evidente que lo vuestro no pasa por el mejor momento. Como mi mujer y yo, Raquel, ¡si lo hemos dicho siempre! Enfréntate a los hechos: lo tuyo con Toni tiene fecha de caducidad. Te estoy proponiendo empezar algo nuevo, juntos, ahora.


- Mira, tu hijo Marcos te necesita mucho más que yo. Se te está yendo la cabeza. Llama a tu mujer, dile que lo sientes mucho y haz que vuelva a enamorarse de ti. Chico, siento haberte dado falsas esperanzas, pero es lo que hay. Recordémoslo como algo que no pudo ser y que pudo haber sido lo mejor.


--- X ---


III



Los calzoncillos blancos al fondo del cajón, que son los más feos. Bien al fondo, que mamá no los encuentre. ¿Por qué mamá me compra todos los calzoncillos blancos y apretados? Bueno, tengo éstos de Max el Oso, pero están un poco viejos y ya no me gustan mucho. En gimnasia vi que Dani tiene unos calzoncillos de He-Man que son como pantalones cortos, y están llenos de dibujos, ¿por qué mamá no me compra unos así de Superman?


¡Superman! No creo que mamá se entere si juego un poco. Total, siempre que hablan de cosas de mayores tardan un montón.


¡Puñetazo arriba! ¡A volar hacia abajo! Ahora aterriza en la cama y ¡se encuentra con Max el Oso! Pero Superman es mucho más fuerte que Max el Oso, y ¡pum, pum, pum! con la patada súperveloz lo tira de la cama.


¡Pobre Max! Menuda paliza le ha dado Superman, con lo bueno que es. Pero Superman es el mejor, mucho mejor que Max el Oso.


Quiero mucho a Max, claro que sí, pero ahora ya no soy un niño pequeño. Después de pedirle a mamá los calzoncillos nuevos le preguntaré si a partir de ahora puedo dormir con Superman. Queda mucho mejor en mi cama.

13.1.07

No lo intente en su casa.

Pepe, puntual y según lo pactado, sale de casa a las ocho. Desde que llegó del trabajo ha tenido tiempo de arreglarse y de beberse una cerveza.

Camino del coche se pone a prueba: ¿llaves del coche? Sí. ¿Bolsa con los regalos? Sí. Marta, su esposa, preguntaría, ¿la cabeza?, sí, contestaría él poniendo morros, y es que Pepe es un despistado y todos lo saben. A veces cree que si dejaran de recordárselo tan a menudo dejaría de serlo.

¿Y dónde cojones aparqué?, piensa esbozando una sonrisa y recordando que fue en la esquina del videoclub. Pensó en alquilar una película, pero recordó que tenían invitados, una compañera de Marta y su novio. Mañana, pensó, pero mañana es hoy y hoy toca el cumpleaños de Javi, su cuñado, así que ahora mismo no sabe cuándo podrá alquilar ninguna de las películas que ve anunciadas. Cualquiera de ellas sería mejor que lo de anoche, y lo de hoy apunta a peor: al menos en su casa pudo beber hasta que le apeteció. Se mete en el coche, colocando la bolsa con los regalos en el asiento de al lado.

Se incorpora al tráfico y enciende la radio: suena un compacto de Marta, uno de esos grupos sensiblones y de moda, pero las canciones tienen ritmo y no le importa dejar que suene un rato. Piensa en buscar uno de los suyos entre los de ella, pero reconoce que la cosa no merece tanto esfuerzo: al dichoso grupo le falta algo, sí, pero tampoco suena tan mal.

Se detiene en un semáforo y piensa en la cena que viene: besos por aquí, sonrisas por allá, cuatro preguntas formales. Política, el tiempo, fútbol, anécdotas del trabajo y de la vida, algún consejo inútil y nada de alcohol desde que el padre tuvo aquello. La familia de Marta nunca ha sido de beber, eso es verdad, pero antes sacaban un vino, o tenían cervezas, champán, incluso con un poco de suerte te ofrecían una copa con el café. Eso lo hacía más soportable.

Y no es que le pase nada con ellos, al revés: sabe que le aprecian, y que le consideran uno de los suyos, de los de casa. Le pasa lo mismo con su propia familia: se aburre. Siempre cree que tiene cosas mejores que hacer, pero siempre acaba haciendo lo que esperan que haga. ¿Por qué no le he dicho a Marta que no me apetecía ir? ¿Que prefería quedarme en casa viendo una peli, y que la iba a recoger en coche?

Bueno, ya es tarde para eso: ahora cuentan conmigo, piensa.

Se acerca a un cruce, y pone el intermitente de la derecha: es la calle de Javi. Sabe que es ahora o nunca. A tomar por culo, piensa poniendo su emisora favorita. Gira hacia la izquierda, y acelera.

Tararea mientras sigue adelante, asombrado de sí mismo, preguntándose cuándo va a cambiar de opinión, cuándo va a recuperar la cordura y dar media vuelta.

7.8.06

It´s time to go home.

Cuando desperté me dolía la cabeza y pensaba: una noche más, uh-oh-oh. Ya sabes, a veces sigues de fiesta. Me tomé el geloca que había dejado la noche anterior en la mesilla (técnica adquirida después de muchas experiencias similares) y esperé a que hiciera efecto durmiendo un poco más, lo que mandara el cuerpo.


--- X ---

Recuerdo que soñé que escribía y que había tenido una idea genial, y que además era capaz de plasmarla en oraciones simples y bellas que encajaban en un todo armonioso, parecido a un puzzle de mil quinientas piezas, y que ese todo armonioso era a la vez una historia original con un final grandioso, y que encima tenía reflexiones súper interesantes y súper críticas con el mundo en general, de las que despiertan conciencias y todo eso. Se habían cumplido ya dos años desde mi última novela y, no te lo vas a creer, pero lo del bloqueo del escritor existe. La Idea Genial me pondría otra vez en el punto de mira.

La había encontrado, ya sabes de qué hablo.

Bueno, pues estaba soñando que la tenía cuando me despertó el teléfono móvil. Al principio hice como si ese sonido no fuera conmigo. Es algo que hago a menudo. "Eso no existe" o "quizá si me concentro lo suficiente desaparece" son la clase de ideas a las que suelo recurrir, aunque, claro, nunca funcionan. La realidad siempre se impone, y el momento en el que descubro que los sueños, sueños son, pues como que me pone de muy mala leche. Es como si me hubieran robado algo.

El teléfono móvil, pensé muy cabreado. El puto teléfono móvil, me repetí, echado todavía en la cama. Podría haberlo dejado sonar hasta el fin del universo conocido, pero soy de esa clase de tío que va de educado. Me gusta contestar cuando me llaman, y devolver la llamada si no llego a contestarla. Me gusta porque me siento bien conmigo mismo cuando gusto a los demás, es un poco complicado pero yo lo entiendo. Por eso, aunque me hice un poco el remolón, no tardé en contestar.

- Sí -dije. Con fuerza, del tipo sí, cojones, sí, aquí estoy.

- ¿Te he despertado?-dijo la voz de Toni al otro lado del aparato.

- Joder, Toni -dije-. Qué cojones quieres a estas horas -no fue una pregunta, simplemente lo dije: mi cerebro hablaba en piloto automático mientras buscaba algo donde escribir, a grandes rasgos, la Idea Genial que había soñado. Algo que me hiciera recordar, en un futuro inmediato, en cuanto pudiera deshacerme de Toni, la magnificencia de la obra que me consagraría como uno de los más grandes escritores de ciencia ficción de todos los tiempos. Lo buscaba ansioso, casi histérico, dando botes a cuatro patas por la cama, examinando cada rincón. Hacía todo eso porque sabia que era uno de esos sueños que duran muy poco en la memoria, de los que cada vez vas recordando menos hasta que al final lo pierdes, y la mayoría de las veces lo pierdes para siempre.

Toni decía:

- Nada, tío, ver cómo quedamos y eso. Ayer me dijiste que te llamara a las tres.

Entonces lo vi. Lo había estado mirando sin verlo, me imagino que por impaciente, pero entonces lo vi: un bolígrafo sobresalía del bolsillo de la camisa que estaba en una de las sillas, y me lancé a por él. Ya encontraría algo donde escribir, esa era la parte fácil.

- Toni, creo que no voy a poder quedar contigo –dije, ya con el boli en la mano-. Acabo de tener una idea genial y voy a escribirla ahora mismo. La Idea Genial, no sé si me entiendes, la que me consagrará como uno de los mejores y la que te hará rico como un visir. Tengo que colgar, nos vemos.

- Tío, espera, tío -le oí decir. En realidad yo no iba a colgar hasta saber si él estaba de acuerdo, ya te lo he explicado antes-. Lo de la idea me parece cojonudo, pero hoy es el debate, ¿te acuerdas? Lo de la tele. Que tenemos que estar ahí a las cinco, tío.

Joder. Lo de la tele. Claro.

Un director joven quería hacer una adaptación cinematográfica de una de mis novelas, y estaba invitado a un debate sobre la clonación, que era uno de los temas que tocaba la novela y que iba a ser el gancho comercial. Yo quería hacer hincapié en que la clonación era solo una manera más de representar un posible futuro, y que me interesaba más la evolución social desde el punto de vista de las libertades individuales, que era otro de los temas que aparecen en la novela y en la película. Que no se quedaran con la-película-de-acción-del-futuro, que vieran el trasfondo antisistema de todo aquello. Digamos que yo iba de gancho para los alternativos.

- Mierda, tío, lo siento -dije. Volvía a dolerme la cabeza: a veces un geloca no es suficiente-. Estoy listo en quince minutos -y colgué.

Tomando el segundo geloca recordé que el día anterior había escrito los cuatro puntos imprescindibles que quería dejar claros en el debate. Di por hecho que el papelito en cuestión ya estaba perdido, pero siempre he tenido buena memoria. Ya lo recordaré en el coche, me dije. Puse rumbo al baño, pensando si debía afeitarme o dejarme la barba de tres días, y me descubrí con un bolígrafo en la mano.

- ¡Mierda! –exclamé-. Mierda y más mierda.

Recuerdo haber pensado: venga, concéntrate, aún está por ahí, sigue buscando.

--- X ---

Media hora más tarde estaba en el coche de Toni con Toni al volante, camino de la tele. Bueno, no de la tele, de una cadena de televisión. En el fondo es lo mismo, ya sabes: al final estás en pantalla. Yo estaba tratando, sin éxito, de recordar la Idea Genial cuando Toni dijo:

- Tienes tranquis en la guantera.

Toni, lo habrás adivinado, era mi agente. Como todavía era un escritor novel era todo lo que podía permitirme. También puedo ser un poco cabrón y Toni me lo aguantaba todo, eso es cierto, así que podría decirse que también era uno de mis amigos. Todo lo parecido a un amigo que puede ser un agente, ya me entiendes. El caso es que de vez en cuando tenía detalles, como era el caso. Abrí la guantera: un blister de diazepan y tres estupendos petardos. Me comí una de las pastillitas blancas y cogí el petardo que me pareció mas jugoso. Lo estaba oliendo cuando Toni dijo:

- Fúmate solo medio, tío: te quiero ingenioso, no aplatanado.

El mechero del coche saltó. Encendí el petardo, exhalé el humo y recliné el asiento.

Bueno, pintaba una tarde cojonuda. En la radio sonaba Sultans of swing y el sol me daba en la cara.

Decidí fumármelo entero.

--- X ---

Un rato más tarde una chica joven me empujaba hacia maquillaje, y yo estaba bastante colocado. Me daba vergüenza pensar que la chica podía darse cuenta. Yo evitaba sus ojos, lo que creo que me daba aires de ido, de estar un poco p´allá. Bueno, es algo que puede esperarse de un escritor, me decía, y así me calmaba. Me sentaron en una especie de sillón con reposa cabezas, cerré los ojos y entré en duermevela. Sin embargo, algo no andaba bien. No conseguía relajarme. El maquillaje me hacía cosquillas y no lograba dormirme. Empecé a notar el calor de los focos y a ponerme nervioso. La chica del maquillaje dijo, me imagino que por tener algo de conversación:

- ¿A qué viene usted?

Y, bueno, yo no estaba en condiciones de contestar nada coherente. Dije algo parecido a:

- Bueno, verás, es una película -aquí me detuve para pensar. Miré el techo. Tragué saliva-. Una película de una novela mía -creo que la chica debió darse cuenta de lo que pasaba, porque podría haberme cortado en cualquier momento y no lo hizo-. Es de una novela de acción del futuro, pero en realidad hay algo más, oculto. Y yo vengo a decirlo.

Creí haber sido muy ingenioso, muy claro. Incluso místico.

Afeitándome la barba que había decidido dejarme, dijo:

- Vaya, es usted escritor -como asombrada-. ¿Y qué ha escrito? A lo mejor he leído algo suyo -continuó, dándome cancha.

- Bueno, bien, un par de novelas y, claro, luego los relatos, que nunca los he contado -tragué saliva y me hizo un pequeño corte.

- Perdón -dijo ella-. Mejor no hable.

Tenía la boca completamente seca. Notaba el calor de los focos, apretando más y más. Volvía a dolerme la cabeza.

- En realidad no soy conocido -dije-. Pero esta mañana, ¿sabes?, lo tenía, sí, lo tenía, he soñado la gran idea, solo tengo que concentrarme un poco y lo recordaré todo -tenía que decirlo. A modo de invocación, algo así. Sin éxito, claro, otra vez.

Lo dije mientras ella me untaba algo en las mejillas, como una crema con polvos, fría.

- ¿Va a tardar mucho? -dije.

Lo cierto es que no me apetecía nada estar ahí. Creo que se me notaba. Bueno, yo no hacía nada por disimularlo.

- Ya termino.

Y como si los dioses hubiesen estado escuchándome, la sesión de maquillaje terminó. Llegué a creerme que podría disfrutar de un poco de calma ahí estirado, a pesar de los focos, pero apareció Toni diciendo:

- Este es mi chico.

Me puso una fría copa de vino blanco en la mano. Mi desayuno.

Bueno, ya dije cómo era Toni. Siempre hacía lo que creía mejor para mi, y yo soy un tío educado: los regalos se aceptan y se valoran.

Me la bebí de un trago.

Hizo que me levantara y pusimos rumbo a algún lugar. Toni dijo:

- Bueno, manténte en tu sitio, habla cuando te lo pidan y procura no extenderte mucho. Haz lo que sabes, son tus quince minutos de fama. Eres el mejor escritor que tengo, tío, demuestra lo que vales, hazte notar. Y recuerda darle publicidad a la novela, eso es lo más importante.

- Toni, estoy arriba, joder, no puedo hablar. Pide que esperen un poco más. Me duele la cabeza -dije.

Toni dijo:

- Vamos, tío, estás bien. Sal y haz lo que sabes, te sentirás como en casa.

Dijo:

- Venga, campeón. Estamos aquí, tío, en la tele. Aprovéchalo.

Y:

- Deja que fluya.

---X---

Compartía plató con el director de la película, tres tíos, una tía y el moderador. Este último dijo:

- Señoras, señores. Hoy vamos a tratar uno de los temas que más nos preocupan. Se trata de la clonación. ¿Será parte del futuro? ¿Podremos clonar a los seres queridos? Y en un plazo más corto: ¿podremos clonar a nuestro perro? De todo esto habla la nueva película del joven director Carlos Mendoza, que hoy nos acompaña en este debate.

El público aplaudió.

- También tenemos con nosotros a un representante del Movimiento Anticlonación Humana que...

Bla, bla, bla. El programa empezó, el debate también. Estaban hablando de la clonación, claro, y de vez en cuando me tocaba opinar. Era un debate muy rápido, había que estar atento. Recordé haber anotado algo que decir al respecto, pero lo había olvidado y ya me daba igual. Me limitaba a hablar de mi novela y a repetir lo último que había oído. Así sabía que al menos una parte de mi discurso podía llegar a ser coherente:

- TIO CON CHAQUETA DE TWEED (Tw) (rascándose la barbilla) - La clonación programada sería beneficiosa para el desarrollo de la especie.

- MODERADOR (M) (señalándome con un boli) - ¿Qué opina nuestro escritor?

- YO (mirándome en el monitor de detrás de las cámaras) - Bueno, sí, la clonación programada, bueno, sería beneficiosa para el desarrollo de la especie. En la película y en mi novela se habla de ello, recomiendo a todos que la lean.

Y sonreía, esperando a que alguien cogiera el turno.

El sofá era bastante cómodo, y al cabo de un rato empecé a sentirme bien. Todo me parecía muy gracioso. No sé qué le pasa a la gente, pero cuando habla ante las cámaras quiere ser lo más de lo más:

CARLOS MENDOZA (CM) - La clonación como idea, como sustancia, y creo que así hemos conseguido reflejarlo en la película, no es algo ni bueno ni malo. Es una opción más que nos brinda la ciencia.

ANTICLONACIÓN HUMANA (Ah) - La clonación legal y organizada por el gobierno nos conducirá irremediablemente hacia una oscura e infame sociedad de castas, donde solo unos pocos privilegiados serán considerados seres humanos.

Tw (todavía rascándose la barbilla) - ¿La solución es, entonces, la investigación privada?

Ah (irritado) - ¡No hay solución posible!

M - Cálmense, señores, cálmense.

YO (intentando no sonreír) - ¿No hay solucion posible? Creo que la película y mi novela brindan peculiarmente una de tantas.

Ah (más irritado) - ¡La clonación es antihumana!

CM (con los ojos cerrados y hablando muy lentamente) - Sí, la óptica que proporciona el film es novedosa. Recomiendo a todo el mundo que la vea.

TIA PARECIDA A ALANIS MORISETTE (Am) (hacia Ah) - ¿Y una clonación exclusivamente para uso médico? ¿También la rechaza?

Ah (la furia) - Mire, señora: ¡piense en jaulas con niños deformes, sin brazos y sin ojos! ¡Piense en corazones solitarios y palpitantes, bombeando sangre humana hacia máquinas del infierno! ¡Eso es la clonación que usted llama para uso médico! ¿Y usted, la rechaza o también es una adoradora de Satanás?

Y, bueno, no sé por qué, pero lo de los niños deformes en jaulas me hizo mucha gracia. No la idea, sino la frase, cómo la había dicho: como un pregonero de pueblo.

Empecé a reír.

En ese momento sabía que la estaba cagando, pero no podía parar. Ya sabes cómo son estas cosas. Cada carcajada traía consigo una carcajada mayor. Podía verme en el monitor de detrás de las cámaras, lo que me hacía todavía más gracia. Ya sabes cómo son estas cosas.

YO - Jo, jo, jo.

Entonces me empezó la tos, una tos muy fea y muy mala. Yo notaba cómo mis pulmones trataban de salirse por la boca. Tuve que levantarme para poder toser, pero ni aún así conseguí reponerme. Acabé cayendo al suelo y todos empezaron a mirarme.

Ah - ¡El Señor te castiga por tu impertinencia!

Ya no tenía fuerzas ni para toser. Notaba toda la sangre en la cabeza. Me dolía la tripa.

M - Que alguien se lleve a este hombre.

Noté cómo me arrastraban hacia fuera. El público aplaudía. Yo quise decir "¡Compren la novela, sí!", pero me desmayé pensándolo.

--- X ---

Desperté con los cachetes que me daba una chica que más tarde reconocí como la maquilladora, muy dulce ella. Estaba estirado en una especie de sofá. Me costaba enfocar, notaba mi lengua pastosa, pensaba cosas raras. Estaba más p´allá que p´acá, pero consciente.

- ¿Te encuentras bien? -dijo ella.

Sí, claro. Fenómeno. ¿No se me nota en la cara?

- Oye, me estás asustando. ¿Te encuentras bien? -repitió.

La dejé hablar. No me interesaba lo que decía, no pensaba contestar.

- Voy a llamar una ambulancia -dijo, y desapareció.

Noté cómo me agarraban por los hombros y me levantaban. Qué rápidos, pensé. ¿Me tendrán en observación o me llevarán a casa?. Prefería ir a casa, hogar dulce hogar, ya sabes. Pero quien me agarraba era brusco, y no me tendía en ninguna camilla: me hacía andar. Me estaba imaginando quién era cuando la voz de Toni me lo confirmó, diciendo:

- Eres el más grande, tío, eres un genio. Seguro que mañana hablan de ti en toda la prensa. Genial, tío, genial.

- Toni -balbuceé-. Toni, me encuentro muy mal. Ayúdame, Toni.

- Eso hago, tío -dijo-. Nos vamos de aquí. Mañana querrán que salgas en alguna otra cadena, o que concedas alguna entrevista. Seguro, esto funciona así, ya verás -diciéndolo miraba hacia arriba, gesticulando mucho con las manos. Era el Gran Evento del Año.

- Me mareo, Toni. Estoy débil.

- Espera, tío, espera -dijo-. También tengo solución para eso.

Se metió la mano en el bolsillo del pantalón y sacó un tubito de plástico, pequeño. Le quitó una especie de tapón y me lo colocó en el agujero derecho de la nariz.

- Aspira -dijo.

Aspiré y, de golpe, todo estaba bien. Yo era el mejor, el más grande, todo estaba muy bien.

- Guau -dije.

- ¿Ves? -contestó Toni-. Venga, al coche, antes de que vuelvan a por ti.

--- X ---

Viendo pasar a toda leche las luces de la ciudad y escuchando una emisora de música, Toni decía:

- Vamos a meternos en la rueda, tío, ya verás. Mañana tienes que demostrar que puedes ser normal, un poco filósofo si te da por ahí, tío, pero sobre todo hacer publicidad de la novela. Nos van a hacer de oro, tío, de oro. Ricos como un visir.

Y, de pronto, me acordé de la Idea Genial: volvía a estar ahí. Solo tenía que encontrar algo con que escribirla, ya sabes, los rasgos principales que la hicieran volver cuando llegara a casa.

- ¡La tengo! ¡La tengo! ¡Algo donde escribir, rápido! -dije, moviéndome por el asiento y buscando con la mirada.

- ¿Qué tienes, tío? ¿Qué tienes? -contestó Toni, como asustado.

- ¡La Idea, Toni, la Idea! ¡Algo donde escribir, rápido!

- ¿La Idea? Olvídate de eso, tío, ahora llegas a casa y descansas, que mañana tenemos mucho trabajo.

Yo buscaba y buscaba.

- Tranqui, tío, estás demasiado arriba. Cálmate -dijo Toni.

¿Cómo era posible que no hubiera un puto bolígrafo en el coche de un agente literario?

- Tío, no te conviene ponerte a escribir ahora. Tienes que descansar, mañana será duro -dijo Toni.

Abrí la guantera y vi el blister y los petardos. Mmm. Toni vio algo en mi cara.

- Eso, tío, un petilla, fúmate un petilla. Te vendrá bien

Bueno, decidí que podía seguir buscando mientras fumaba. Apreté el encendedor del coche y subí la radio: Show must go on. Me encanta esa canción.

El mechero hizo clack. Me encendí el petardo. Cantaba la canción. Recordé que buscaba un boli para tomar cuatro notas que me ayudaran a recordar la Idea Genial, pero ya no había ni rastro de la Idea Genial. Otra vez en el vacío. Toni dijo:

- Bien, tío, bien. Tranquilo, a casita a dormir.

Mirando por la ventana, fumando, con algo sueño, pensé: Toni tiene razón, tengo que descansar. Mi buen amigo Toni.

Pensé: mañana tenemos que trabajar. No puedo perder el tiempo en tonterías.

Pensé: mañana empieza la buena suerte. Seguro.

Show must go on, cantaba.

10.7.06

Un billete de cinco.

Estaba en casa, disfrutando de una película antigua con uno de esos actores clásicos, Tom Hanks. Era esa en la que el tío vive en una isla y habla con un balón de voleibol. Cuando recibí la llamada estaba en ese punto tan triste en el que míster Hanks decide poner rumbo a lo desconocido en una barcucha que se ha hecho con cuatro palos y una puerta, y Wilson, que así se llama el balón, su amigo, se cae al agua y se lo lleva la corriente. Quizá te parezca una chorrada, pero siempre que llega esa escena me pongo tonto. Bueno, el caso es que estaba concentrado en el dramatismo, podría decirse que buscando el llanto, cuando sonó el teléfono.

Estuve mirando el número antes de descolgar: Carlos. Hacía meses que no sabía nada de él.

- Hola Carlos -dije.

Dani, tío, ¿cómo lo llevas?

- Bien, como siempre, ya sabes: trampeando aquí y allí.

Oye, ¿haces algo esta noche?

- No tenía nada pensado, ¿por?

Verás, tío, necesito que me hagas un favor. ¿Podrías venir al Black Cabin y te invito a una cerveza? Sin compromiso, tío, te cuento de qué va y si no quieres te largas.

- Claro. ¿A qué hora?

Cuando quieras, tío, yo ya estoy ahí.

- Muy bien, nos vemos en una hora.

Colgué y volví a concentrarme en Tom y sus heroicas miserias, aunque tuve que rebobinar la escena para recuperar la tontería. Llorar por placer es un gustazo, te deja como nuevo.

--- X ---

Cuando llegué al Black Cabin Carlos me esperaba fumando al final del local, con una cerveza en la mesa. Llegué a su lado y tomé asiento.

- ¿Qué te cuentas, Carlos?

- Bien, bien. He conocido tiempos mejores, tío, pero así ha sido toda mi vida. ¿Y tú?

- Como siempre, tío. Tranquilo.

Nos dimos la mano, y acto seguido hice un gesto para que la camarera me trajera la primera cerveza: la noche prometía ser larga.

- Bueno, Carlos, no me tengas en ascuas: dispara. ¿Para qué me has hecho venir? –dije.

- Tío –contestó-, verás, ahora que te tengo delante me doy cuenta de que ha sido una tontería, pero, tío, en realidad necesito que me ayudes.

Carlos me miraba esperando que me diera por aludido, que hiciera ese gesto o ese ruido que significa: sigue. Sus ojos tenían ese brillo tan característico del que ha estado jugando con las pastillitas de colores. ¿Plumb? ¿Smelt? Ni idea. En fin, carraspeé para que mi voz sonara grave cuando dije:

- Tú dirás, Carlos.

¿Y qué otra cosa podía decir? Fue Carlos el que me escondió en su piso cuando pasó lo del Lucas, y menos mal, porque el Lucas de los cojones estaba loco. Cuando peleaba se transformaba en una mala bestia de mucho peligro. Yo tampoco era manco, es verdad, pero con el Lucas hubiese sido una pelea igualada, y esas y en las que tengo las de perder son las peleas en las que nunca he acostumbrado a meterme. El caso es que el cabrón del Lucas me estaba buscando por un malentendido con unas cuantas dosis de plumb, ya sabes, la típica mierda de camello, y ahí intervino Carlos, que me escondió en su piso durante un mes. Estuvo de puta madre. Un mes en el cielo gracias al plumb, aunque también pude dedicarme a otras cosas: la semana que a Carlos le tocó de noche me tiré a Sonia, y menudo polvazo, aunque recuerdo sentirme un poco extraño en la cama de Carlos follando con la novia de Carlos, como la estrella invitada de una serie cutre de una cadena cutre. Bueno, él no lo sabía, así que supuse que le debía un favor. Intenté poner cara de concentración mientras escuchaba:

- Pues, tío, verás, te acuerdas del Lucas ¿no?, pues supongo que sabes que se metió con los camellos gordos, que ya no trafica ni con plumb ni con kaan ni con smelt, que ahora está con la mandrilina y la campeadona. El cabrón está viendo mucha tela, ya sabes, trajes nuevos, coches nuevos, casas nuevas, chicas nuevas, cantidad de chicas nuevas.

Lo cierto es que no sabía nada del Lucas desde que pasó lo del plumb, pero no podía permitirme que Carlos supiera que yo estaba más calmadito, se trata de aparentar, ya sabes. Así que dije:

- Claro.

- Pues, verás, quedé varias veces con él para pillarle mandrilina, me encanta esa mierda, tío, y lo que empezó siendo algo rápido, ya sabes, te pago y me voy, se ha ido complicando.

Así que mandrilina. Bueno, todavía no se le notaban los síntomas de abuso, pero todo el mundo sabe que jugar con la mandrilina tiene muy pocas salidas. Te auguro un luminoso y miserable futuro, pensé con mala leche. Carlos siguió a lo suyo:

- A medida que ha ido prosperando el cabrón ha subido los precios, tío, y por lo que antes comprabas cinco dosis ahora te llega para una, y a precio de amigo, tío.

Pobre Carlos, pensé. Estás en la rueda, amigo. Continuó:

- Con el tiempo he llegado a pequeños acuerdos con él, y me guarda algunas de las dosis menos cortadas a cambio de hacer recados: llevar un paquete aquí, recoger una bolsa allá, ya sabes, tío.

No daba crédito. ¿Cómo había llegado Carlos a ser un mandriadicto? Un trabajo serio, una chica que le quería, una vida por la que merecía la pena levantarse cada mañana. De acuerdo, siempre nos había gustado colocarnos, esa pizca de caos con la que aderezas tu rutina, pero ahora había decidido tirarse de un avión sin paracaídas.

- Joder, creo que necesito otro mandriviaje –dijo, como para confirmar lo que estaba pensando. Se levantó y puso rumbo al cuarto de baño.

Carlos estaba perdido, tenía el mismo futuro que un abono de metro gastado y tirado en el suelo, pisado, sucio. ¿Qué pintaba yo en todo aquello? De acuerdo, Carlos y yo habíamos sido colegas, y vale, me había tiado a Sonia, pero ¿iba a involucrarme en la movida de un mandriadicto? Joder, que yo ya estaba por otros derroteros, que yo ya tenía un trabajo y un pisito y cuenta corriente y lavadora y agua embotellada y, sobre todo, un montón de ganas de volver a casa. Eso ya no era mi mundo. Me repetí: ¿iba a involucrarme en la movida de un mandriadicto?

Ni de coña.

No esperé a que saliera para saber qué había detrás de todo ese numerito. Dejé la cerveza a medio terminar y un billete de cinco en la mesa. Salí del Black Cabin pensando que estaría bien alquilar otra de Tom Hanks, una de guerra, por ejemplo.

8.7.06

El mundo es un pañuelo usado.

1.1 Por la mañana 1.0

- Oye, he tenido una idea.

Cuando Pablo dice que ha tenido una idea lo mejor que puedes hacer es encenderte un cigarro y pensar: bueno, creo que voy a fumarme un cigarro. Para completar la escena puedes decir:

- ¿Y qué idea has tenido, Pablo?

Pero esto último es opcional. Yo, que voy de tipo duro, digo:

- Tú dirás.

Pablo va de Mister Brain. De genio incomprendido. Ya sabes, esa gente que para decir que llueve mucho recurre a conspiraciones gubernamentales o a la meada de los ángeles, según el día. Lo que nunca dirá es que llueve mucho. En esta ocasión dice algo parecido a:

- Voy a dormir un rato.

(Se parece más a cualquier cosa con un par de gerundios y algún adverbio de modo, ya sabes cómo son los cerebritos, pero yo te ofrezco la versión comprensible).

- Vale -digo-. Tú duerme. Yo iré a conseguir algo de comer.

Cuando vas de tipo duro tienes que mantener tu posición de tipo duro. Me levanto y le doy un golpe seco detrás de las orejas, con la palma abierta. Plás. Él dice:

- La violencia no conduce a nada.

O:

- Detén esta conducta inadmisible.

O:

- No por mucho madrugar amanece más temprano.

Algo parecido, ya me entiendes. El caso es que se levanta para seguirme.

Cerebritos. Has visto a uno y los has visto a todos.

--- X ---

1.2 Rutinas y otros chistes 1.0

Cuando tienes que ganarte el pan de cada día con el sudor de tu frente, lo que buscas es una variedad de rutinas. A ver si me explico: entre las papeleras de la zona sur encuentras el cartón suficiente como para que te den las diez con más de dos euros en los bolsillos. Utilizas los dos euros para comprar tabaco y vendes por el doble los cigarrillos sueltos a los chavales del barrio. Cuatro euros más tarde ya puedes comprarte un par de cervezas para ver el día de otra manera, y un bote de orégano que más tarde venderás como marihuana a otros chavales de otro barrio, lo que te permite encarar la noche con, como minimo, otro par de cervezas. Y algo para Pablo, que es el Gran Pensador. En fin, trampear y trampear, ya me entiendes. La clave es saber cómo, cuándo y dónde. Como si quisieras mojar el churrito sin pasta de por medio.

--- X ---

1.3. Pablo a mis espaldas.

Con Pablo a mis espaldas y fumándome un cigarro, voy pensando que Pablo va a mis espaldas y que me fumo un cigarro. Digo:

- Creo que hoy va a ser un buen día.

Y eso que todavía no he empezado con las cervezas. Decido no escuchar a Pablo, que dice algo parecido a que el tiempo es una ilusión y cosas por el estilo. El sol brilla, los pájaros cantan.

--- X ---

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--- X ---

2.1 Por la mañana 2.0

Cuando Jorge y yo coincidimos en la entrada, siempre cedo el paso. Pasa, por favor, digo, y pongo una de mis mejores sonrisas. Es cuestión de educación. Hoy, de camino a la oficina, nos encontramos por casualidad a escasos metros de la entrada y después de comentar los resultados del fin de semana, estamos frente a la puerta. Educadamente me hago a un lado y, sonriendo, digo:

- Pasa, por favor.

Jorge pasa, yo detrás. Saludamos a la chica de recepción, cada día es una distinta y hoy toca la guapa, nos metemos en el ascensor y cuando llegamos al tercer piso me hago a un lado y digo, sonriendo y mirando a Jorge:

- Pasa, por favor.

Jorge pasa y se dirige a su despacho, yo detrás. Cerca de su puerta, se gira y me dice:

- Consígueme las estadísticas del fin de semana, y asegúrate de que todo funciona correctamente. Llama a producción y que te consigan lo que estuvimos hablando el viernes. Y acuérdate de la reunión de las doce en la quinta. Nos vemos en una hora para ir a desayunar.

Digo:

- Perfecto.

Y, ya en mi mesa, busco las estadísticas del fin de semana, me aseguro de que todo funciona, llamo a producción y anoto en un post-it que me acompañará hasta mediodía: Reunión 12:00 Quinta Planta.

--- X ---

2.2 Rutinas y otros chistes 2.0.

Al llegar a casa me gusta servirme una copa, sentarme y apoyar los pies en el puf que me traje de Marrakech y que regalaban con una alfombra a juego. No necesitaba la alfombra, además de que es un sumidero de polvo, pero me la traje porque parece que volver de Marruecos sin una es como ir a mear y no echar gota, o eso dicen, pero el caso es que el puf que venía de regalo me va muy bien para apoyar los pies mientras me bebo la copa, así que después de todo la alfombra fue una buena inversión. Y todos los que la ven hablan de su calidad, aunque creo que lo dicen porque saben que es de Marrakech. El caso es que cuando llego a casa me gusta servirme una copa y apoyar los pies en el puf de Marrakech que va a juego con la alfombra que sólo pongo cuando va a venir un invitado que sabe que cuando fui a Marrakech me traje una alfombra.

--- X ---

1.4 Antimateria.

Tumbados al sol. Pablo musita:

- Energía oscura. Antimateria. Universo cíclico. La teoría de las cuerdas puede ser la respuesta.

Es un cerebrito. Me gusta tumbarme al sol y escuchar a Pablo.

- Dicen que la luz es una radiación que proviene de una cuarta dimensión física. Si los agujeros negros son lugares donde la luz no puede escapar, ¿son puertas a esa cuarta dimensión?

¿De dónde sacará todo eso?

- Me encantaría ser astronauta.

Miro el sol y deduzco que se hace tarde. Me levanto y digo:

- ¿Quieres ser astronauta? Te aseguro que como no te levantes y me ayudes a vender estos cigarros verás las estrellas.

Nada como la lógica. Pablo se levanta y me ayuda a vender los cigarros.

--- X ---

2.3 Café, té, la prensa del día y los bollos de ayer.

A media mañana Jorge y yo salimos a tomar un café para prepara la reunión de las doce. Camino de la cafetería siempre busco temas recurrentes, que nos hagan intimar. Según el día soy más o menos ingenioso. Hoy:

- Jorge, ¿has pensado alguna vez cómo debe ser la vida de un vagabundo? Es decir, ¿cuál es su rutina?

Intercambiamos un par de frases al respecto. Para cuando llegamos a la cafetería ya estamos hablando de fútbol. A Jorge le encanta el fútbol.

Tomo un café y un cruasán, Jorge un té. Mientras él lee la prensa del día yo pienso en la recepcionista, la guapa. Quince minutos más tarde estamos camino de la oficina.

--- X ---

3.1 Jorge y Pablo se conocían de antes porque el mundo es un pañuelo.

En una esquina, dos vagabundos y dos ejecutivos se encuentran. Uno de los vagabundos mira a uno de los ejecutivos y dice:

- ¡Coño, Jorge!

- ¿Pablo? -contesta Jorge.

- El mismo. Joder, tío, qué bien te veo. ¿Cuánto hacía que no nos veíamos? Menuda corbata chula. ¿A qué te dedicas ahora?

- De reunión en reunión. Oye, lamento no poder decir lo mismo, ¿qué haces así? Es decir, ¿cómo has llegado a esto?

- Mira, Jorge, es que no cambias. Déjame a mi con mi vida, que me las apaño muy bien solo. ¿Terminaste el doctorado?

- Qué va. Dejé de ir porque encontré trabajo, ya sabes, la vida te lleva por dónde quiere.

- Qué tiempos aquellos, ¿eh?, lo pasábamos bien. ¿Te acuerdas de cuando viniste a mi casa a las tantas de la mañana hecho un despojo, que te había dejado aquella tía y que ya no encontrabas sentido a la vida?

- Sí, bueno, eran otros tiempos.

- Sí, eran otros tiempos.

Los dos se miran y sonríen.

- En fin, nos tenemos que ir, tenemos cosas que hacer -dice Jorge.

- Sí, nosotros también. Me ha gustado volver a verte.

--- X ---

3.2 El 1 y el 2 se hacen amigos.

Mientras tanto, el otro ejecutivo y el otro vagabundo se han dicho:

- Hola.

- Hola.

- El mundo es un pañuelo, ¿eh?

- Sí.

- ¿Un cigarrillo?

- Claro.

Y fhan fumado mientras esperaban que Jorge y Pablo terminaran de hablar.



Calada.

Pffffff.



Calada.

Pffffff.



Calada.

Pffffff.



Luego:

- Adiós, que vaya bien.

- Gracias, ya nos veremos.

No creo, piensan los dos.

--- X ---

1.5 La vida sigue su curso 1.0

Así que Pablito ha ido a la universidad, por eso es el Gran Pensador. Bueno, ¿y qué clase de papanatas universitario termina viviendo en la calle? Digo:

- Pablo, ¿ese tío y tú eráis amigos?

- Sí, bueno, durante un tiempo. Luego dejamos de vernos y eso. En realidad era un gilipollas, ya lo has visto, con su corbata y su clase.

- Sí.

- Sí.

Pasamos cerca de un bar en el que se anuncia:

PINTA DE CERVEZA
0,50 c.

Seguimos caminando un poco más y digo:

- Qué callado te lo tenías, cabrón. Lo de la universidad.

- No me habías preguntado.

- Bueno, mira a ver si consigues vender algunos cigarros más. Nos veremos en esta esquina dentro de un rato.

Mientras se aleja, discretamente doy marcha atrás y me meto en el bar, en busca de mi primera cerveza.

A medio euro cada pinta, ¿cómo no va a ser un buen día?

--- X ---

2.4 La vida sigue su curso 2.0

¿Jorge llorando por una chica? ¿El tiburón de la oficina hecho un despojo? No me lo puedo creer. Jorge me dice:

- Ese tío y yo éramos amigos, pero se convirtió en un gilipollas. Ya le has visto, menudas trazas, sin futuro. Un tirado.

- Sí -digo.

Llegamos a la puerta de la oficina. Sonriendo, me hago a un lado y digo:

- Pasa, por favor.

Jorge pasa.

Miro a la recepcionista guapa camino del ascensor. Son las doce menos cuarto, y nada me apetece más que llegar a casa y poner mis pies en el puf y mi güisqui en la mano.

30.6.06

Rutinas y demás chistes.

1. Desayunando (1).

Algo que suele hacer Juan desayunando es repasar la bolsa. Lo hace para:

1.1) tener un tema de conversación con los compañeros de la oficina. "Se espera que el Nasdaq suba. Compramos, ¿no?".

1.2) comprobar que sus ahorros siguen dando frutos. "Solo invierto en valores seguros. No arriesgo".

1.3) sentirse útil. "Hay que ser productivo, cualquier momento es bueno para tener una idea".

Optimiza su tiempo. Es un auténtico hombre de hoy en día. "Renovarse o morir".

--- X ---

2. Los domingos por la tarde.

Algo que Juan suele hacer los domingos por la tarde es bajar al bar. Lo hace para:

2.1) no quedarse solo en casa. "A veces necesito el murmullo de fondo".

2.2) tomarse un par de cervezas frías. "Me he prohibido comprarlas para casa: estoy a régimen".

2.3) fumarse un puro y ver el fútbol. "Me reúno con amigos del barrio".

Cultiva los pequeños placeres: sabe que son la esencia de la felicidad. "Nada como una cerveza fresca para calmar tu sed".

--- X ---

3. Trabajando.

Algo que Juan suele hacer antes de una reunión de trabajo es ir al baño. Lo hace para:

3.1) peinarse el cabello y cepillarse los dientes. "Me gusta dar buena imagen".

3.2) mojarse la cara con agua fría. "Me despeja y tensa los músculos, reduciendo la profundidad de las arrugas".

3.3) no tener ganas de ir al baño durante la reunión. "Cuando te pasa es tan incómodo que prefiero curarme en salud".

Juan es director general del departamento de ventas de una conocida multinacional: cada día tiene, al menos, una reunión. "Me gusta hacer bien mi trabajo".

--- X ---

4. En el hotel.

Algo que Juan suele hacer cuando llega a la habitación de un hotel es estirarse encima de la cama. Lo hace para:

4.1) comprobar la calidad del colchón. "No me gustan los colchones blandos: me dejan la espalda echa polvo".

4.2) poner las noticias en el televisor. "Por aquello de si habrá pasado algo importante durante el viaje".

4.3) relajar el cuerpo y la mente. "Siempre es buen momento para recargar las pilas".

Sus viajes siempre son por trabajo: tiene a medio ver más ciudades de las que es capaz de recordar. "Siempre voy mal de tiempo, ya sabe como es el mundo de hoy".

--- X ---

5. Sorpresas te da la vida (1).

Pero hoy Juan, en una ciudad cualquiera, va camino del hotel y...

...paseando por la plaza
conoce a una tal Elena
de su quinta, sola, guapa.
"Nos vemos para la cena".

Charlan, ríen, beben algo
y algo más. Cenan, beben
otra vez. Pasa un rato
y ahora lo que le apetece

a ella es que Juan acaricie su espalda,
despacio, y que le acaricie el culo.
Que bese, con cuidado, su cuello y sus pezones.

a él, sin duda, que Elena le baje los pantalones
sin miedo, aguantando la mirada.
Que le haga un peu de sexo duro.

--- X ---

6. En la cama.

Algo que Juan suele hacer cuando se acuesta con una mujer es ponerse encima. Lo hace para:

6.1) marcar el ritmo. "Así domino la situación".

6.2) ver la cara de la mujer. "Es algo que me gusta, desde siempre".

6.3) hacer fuerza con los brazos. "Cualquier momento es bueno para hacer ejercicio".

Suele acostarse con Marta, su ex, cada tanto, en función de sus respectivas necesidades. "Hacemos el amor como quien paga facturas, pero está bien".

--- X ---

6. Sorpresas te da la vida (y 2).

En casa de Elena,...

...................................a.
.............................. cim
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...elena se coloca

marcando el

ritmo
ritmo
ritmo

juan acaricia sus
........................... pe
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los delfines

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--- X ---

7. Desayunando (y 2).

Juan despierta, y se descubre solo en la cama.

Intenta recordar.

Madre mía, se dice.

Le duele la cabeza. Ayer bebí demasiado, piensa.

Oye cantar a Elena, lejos. Sale de la habitación y sigue la música. Mi flautista particular, piensa. Pasa al lado de un espejo y se mira poniendo cara de rata. Sonríe.

Llega a la cocina, donde Elena le espera sentada, comiendo una tostada con mermelada, y donde un enorme reloj de pared dice: las diez y media.

Mierda, piensa Juan, frunciendo el ceño. Me olvidé de la reunión de las nueve.

Elena dice, cariñosa:

- Uy, algo le pasa a tu cabecita loca. ¿Me lo vas a contar ahora o más tarde, gordinflón?

Juan mira el reloj. Mira a Elena. Sonríe y se acerca a la mesa, coge un vaso y se sirve un zumo. Besa a Elena y se sienta.

- Más tarde. Ahora toca desayunar -contesta sonriendo.

Elena devuelve la sonrisa, y pregunta:

- Bueno, gordinflón, la pregunta del millón: ¿turismo o trabajo?

- ¿Perdona?

- Tu viaje. Habías venido aquí de viaje, ¿recuerdas, gordinflón? ¿Estarás ocupado estos días?

Juan sonríe. Bebe un poco de zumo y mira por la ventana.

- ¿Eres de aquí? -contesta, travieso.

26.6.06

Wuu se enciende un cigarro.

...y, de noche, Mina despierta: blanca, con grandes ojos verdes que hipnotizarían a cualquiera, de aspecto ágil y sigilosa como la brisa, se despereza y maúlla. Levanta la vista y admira, una noche más, la luna.

...Wuu sale del restaurante: hoy le toca tirar la basura. Se le oye maldecir a su jefe y vemos cómo se pringa de arroces, tallarines, rollitos y gambas mientras se carga al hombro una pesada bolsa negra. No percibe a...

...Pedro, que mira desde la ventana del tercero tercera cómo Wuu aprovecha el parón para encenderse un cigarro. Pedro sonríe, le da un último sorbo a la cerveza y desaparece tras las cortinas. Está esperando a...

...Sonia, que llega ahora al portal de su casa, un poco borracha, después de una cena con sus compañeras de trabajo. Rebusca en el bolso hasta que da con las llaves y, después de atusarse el pelo, se dispone a abrir la puerta. A esa hora...

...Elena pasea calle abajo por el simple hecho de pasear. Intercambia una mirada con Sonia, que ya se encuentra cerrando la puerta, y saluda a Wuu con un gesto mientras éste fuma apoyado en la pared. No circula ni un alma, pero espera pacientemente el verde del semáforo antes de seguir calle arriba.

...y Wuu, Pedro, Sonia y Elena oyen, en ese preciso instante, cómo el silencio le cede protagonismo a Mina, que le canta algo a la luna.

Vida y muerte de un personaje de ficción.

Hola, Pedro.

- Hola.

Voy a serle muy sincero, desde el principio: es usted un personaje de ficción, no existe.

- Disculpe, no entiendo nada. ¿Dónde estoy? ¿Qué es esto?

Perdone. Tiene razón. Lo primero es lo primero.

Pedro es el hombre sentado a la barra, que agita una copita de coñac con ese arte tan característico del que agita una a menudo. Cuarenta y tantos (en apariencia, realmente son cincuenta y uno), pelo negro (algunas canas, teñidas) y vestido de traje negro y camisa gris marengo, muy elegante. Corbata granate a juego con los calcetines, que se sobreentienden granates. Sonrisa blanca, ojos marrones, gafas. Labios carnosos, muy seductores. Perfectamente afeitado: un tipo atractivo.

¿Se gusta?

- Los años me han tratado bien, eso es algo obvio: sí, me gusto. Una pregunta... ¿por qué bebo coñac?

Porque le gusta.

- Pues preferiría algo exótico. Un daiquiri, un sanfrancisco, uno de ésos. ¿No le parece?

Olvide la bebida. A lo que íbamos. Pedro, es usted un personaje de ficción.

- Algo me imaginaba. Eso de aparecer de la nada en un pub... Pero bueno, debo ser un personaje principal de su trama (tuteémonos, Pedro)... está bien, digo que debo ser un personaje principal de tu trama, o no estarías hablando conmigo. Y eso convierte mi psuedoexistencia en algo digno de ser contado. Eso pienso.

Bueno, más o menos. No te me pongas filosófico. Vas a ser el protagonista, eso sí. Pero la historia tiene un final triste.

- ¿Triste? ¿Qué clase de tristeza?

Pues de la triste. Deja de beber, que te pone espeso: menuda preguntita.

- Oye, que esta copa no la he pedido yo.

Bueno. ¿Me vas a dejar seguir? Gracias. Te decía que es una historia triste, pero tengo un problema. Sé que mueres, sé quién lo hace, sé por qué, me falta lo más importante: el personaje. Parece que se retrasa. Ya debería haber llegado.

- Vaya, qué bien. Me dejas sin palabras, como comprenderás. Enterarme de que voy a morir no es muy agradable.

Tú estate tranquilo. Mira, vamos a hacer una cosa: voy a prepararme un café y a pasar por el baño, a ver si va llegando. Tú tómate otro coñac, o mejor, pídete un bludimeri. Bueno, haz lo que quieras. Después de todo no tienes mucho tiempo. Será tu último deseo.

- Podrías tener la decencia de no burlarte.

Tómatelo como quieras. Hasta ahora, vuelvo en cinco minutos.

Y Pedro se siente libre. Sonríe, disfruta el momento. Deja un billete de diez en el mostrador y sale lo más rápido que puede. Ni siquiera se fija en la mujer de tacón alto y vestido rojo que acaba de entrar y busca con la mirada entre la gente de la barra.

Esta noche el coche arranca a la primera, y en menos de lo que se tarda en darle tres sorbos a una caipiriña ya está frente a un portal de la zona este Abre la puerta con la llave que encuentra en su bolsillo y llama al ascensor. Se cuela de igual modo en el recibidor del séptimo tercera, llega a la cocina en diez pasos.

Y se encuentra con Juan Potas, escritor, que sentado en un taburete sorbe un humeante café.

- Vaya -dice Potas, que pensándose solo en casa se topa de bruces con un hombre de unos cuarenta y tantos (en apariencia, realmente son cincuenta y uno), pelo negro (algunas canas, teñidas) y vestido de traje azul marino y camisa gris marengo, muy elegante. Corbata granate a juego con los calcetines, que se sobreentienden granates. Sonrisa blanca, ojos marrones, gafas. Labios carnosos, muy seductores. Perfectamente afeitado: un tipo atractivo en su cocina-. Tú debes ser Pedro.

Y Pedro, sonriente, se lanza hacia Juan, que sujeto ahora por el cuello y perdiendo fuerzas y aire le oye decir:

- Moriremos juntos, Potas. Moriremos juntos.

Tienes razón. Morirás conmigo.
 
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